martes, 29 de junio de 2010

Mujer encendida

Tú, mi sombra deshojada y libre
que sublimas el tiempo de la pared,
obligas a que los ciegos te miren
con el hielo ardiendo bajo tus pies.

Tú, aliento que tribula
a todos mis fantasmas,
mi exquisita minuta
de trozos de guayaba.

Tú, armazón de seda febril que se reinventa
cuando los rayos pasan por los ojos nocturnos
del huracán con hipo, de la tísica tormenta
hasta llegar al punto de transformar el mundo.

La noche que no pasa, las ganas del vencido,
el llanto del cobarde, la suerte del obrero,
Las seis de la mañana, el vino del exilio,
el canto sin un tempo, la muerte del torero,

todo se reinventa cuando te consumes
en medio del ocaso de las decepciones,
nadie permanece en el lugar que sufre,
la luna es una dama con cientos de emociones.

El filo de la aurora corta la mañana,
le rebana el cuello con dedos de artista,
y mientras culmina toda desangrada,
muere a su lado la odiosa rutina.

Tú, Venus encumbrada en el horizonte,
corona de espinas para el condenado,
Lucifer, mi rayo, mi estrella polar,
Mujer encendida como lámpara de aceite,

Mujer encendida como lámpara de aceite,
falso soborno en las manos de Caronte,
mira bien mis manos y mira que a un lado
caen derribados los suspiros del mar.

Iván Barojas


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