mira estas manos
que no paran de llorar tu ausencia,
que se mueren por tenerte cerca,
para desbordar tus ríos,
para encenderte el alba.
¡Ay mujer!
oye esta voz
que se muere por ser escuchada,
por llegar a tus oídos, fugaz y rauda,
para vestirte de adjetivos,
para atraparte en mis palabras.
¡Ay mujer!
mira esta sombra,
lamento intermitente de mi pasión,
este ser de humo y fuego,
esta sombra que soy yo mismo,
esta sombra te la doy.
Iván Barojas
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