martes, 29 de junio de 2010

Elegía a la muerte de Luis Barojas Osorio


A mi abuelo, mi viejo

Tu llama, tu recuerdo,
tu sombra caminante,
tu voz, raudo estruendo
que calla lentamente.

Fue un golpe duro,
una lanza en el costado,
tu cuerpo ahí derramando
sangre en el manantial puro.

Fue súbita la noticia,
estrépito de andamios
que se derrumban
al compás de la neblina.

Tu grito, tu silencio,
hoy no está tu cuerpo,
y te quedas inmerso
en la cueva del recuerdo.

El mundo se estremece
contigo ardiendo en la garganta
de la luna que se mece
febril, triste y desolada.

¿Fue un golpe helado
ahí en tu pecho?
¿O fue acaso el hierro
entre las cejas?
¡Contéstame, viejo!
¡Levántate y contesta!

Ojala pudiera regresarte,
como Dante a Beatriz
recorrer el cosmos y rescatarte
y verte otra vez sonreir.

Si vieras en mi rostro lo que dejaste,
el cambio en mis ojos que se nota,
la triste sensación de no mirarte,
las platicas que no tuvimos, esas horas.

Buen Viaje, te deseo desde el puerto
donde el desamparo me cobija,
donde solo queda el cuerpo muerto
de un viejo que me oxida la sonrisa.

Espero que no olvides a esta sombra,
a este perro de alcohol y de cenizas
que por las noches sin falta te nombra
desde el corazón de las vitrinas.

El cielo ha llorado tu partida,
tus rosarios envueltos en penumbra,
mira que eres canalla, hijo de puta
por haberte ido sin dejar pista
de donde encontrarte por las noches
para poder hablar con tu fantasma
pa que me digas "Hijo, vamos que se note,
estoy orgulloso de tu hazaña".

La noche se consume y mi esperanza
se va desvaneciendo entre las sombras,
gracias, tú sabes, por lo de Ana,
pero aún así, mis manos lloran.

Se quedarán tu espacio y tu mirada
abriendo grietas en la memoria,
no olvides, viejo, que tu hijo te ama
con tan poca seriedad y tanta necia euforia.

Iván Barojas


No hay comentarios:

Publicar un comentario