martes, 29 de junio de 2010

Inventario

Esta verdad cínica,
este lamento fingido,
estas agujas de reloj
que hilvanan el silencio

Este ruido de orgasmo,
este laberinto podrido,
estas serenatas
a pie de cementerio

El infinito espacio
que no cabe en mi poema.

El estuco que cubre esta ciudad
donde los hombres se vuelven dioses,
el sepia del cielo al atardecer,
el secreto que se esparce a voces

El miedo que adelgaza,las colillas,
besos cayendo por las escaleras,
labios que no besan, ojos que queman,
figura sin centro ni orilla

El álbum de nuestras derrotas,
el comienzo, el final, la decidia,
la lluvia que cae y no nos toca,
este deseo que no deshoja margaritas

Esta copa con sangre amarga,
Júpiter jugando a ser Neptuno,
los vestigios que quedan cuando pasas,
el sol augurando el infortunio.

El zumo que se derrama de tu boca,
el mañana es un mito del presente,
mis ríos inundándote las costas,
el sabor de los labios de la muerte.

La playa donde quiero mi naufragio,
esta isla vacía de Robinson,
Gulliver soñando con Buenos Aires,
hambriento y varado en Revolución

La mitad de las cosas te las digo,
la otra mitad las disparo con los ojos,
los cristales empañados del olvido,
los gritos, las dudas, los despojos

Alquitrán con sabor a despedida,
el humo que me pudre los pulmones,
el polvo que nos cuenta una mentira,
el neceser repleto de rencores

Las torres de Babel, las atalayas,
el televisor cazando enciclopedias,
el hostil silencio en madrugada,
la maraña de tu pelo de selva

Los vulgares ruidos de las noches,
el mago sin conejo, ni chistera,
los postres que sabían a reproches,
los reyes David con resortera

Este desconsuelo sin vacuna,
este triángulo sin vértices,
la humedad que provoca calentura,
las montañas de mi alma sin relieve

Los adjetivos que nunca he utilizado
las salamandras que nos queman en la espalda
los rastrojos de difuntos que pisamos,
Y al final: nada, nada, nada
Iván Barojas

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